Si nunca he oído "Tenías razón", eso me convierte en culpable.
El psicomatismo del dolor físico martilleando el suspiro del alma. El peso del yunque en el pecho del herrero y la cuchara de palo en su casa.
Rezo por un poco de fuerza y mucha resistencia a un dios en el que no creo pero al que dicen que he traicionado.
Mientras, la esperanza se retuerce por el desagüe hasta encontrar su libertad al final de su camino.
La incapacitante minusvalía del aislamiento recubriente del sistema nervioso.
La resilencia de los silentes carteles de la consulta.
Por la mañana y con el cielo cubierto, el dolor hace mejor que nunca lo que perfectamente sabe hacer y veo una figura aplaudiendo en medio de la lluvia.
Después, da igual que salga el sol y luzca tu razón.
Da igual que me atrapes en un preciso instante entre las motas de polvo en las que nos convertiremos.
Da igual que mi silueta palidezca en los bares oscuros de la ciudad a donde tu luz no llega mientras la muerte se desliza por mi garganta.
Da igual que por mucho que lo intente, no consigo ver que "Ser la razón" es lo mismo que "Ser culpable". Y estoy seguro de que algo se me escapa.
La verdad es como la mañana. Y cada mañana es igual.
Igual la canción como igual es aquella mañana en la que me fuí.
Y por mil cosas que he intentado e intento, no soy capaz de encontrar la salida de aquí.
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