Entré en casa y vi sus bragas en el suelo.
En la mesa una botella de whisky y los restos de una noche a lo grande.
Di un buen trago y entré a la habitación.
Ella gemía como una perra y él gruñía como un oso.
No tuve más remedio que sacar mi pistola y acribillarlos a balazos.
La sangre se desparramaba sobre la cama
El whisky se desparramaba sobre la mesa y quemaba mi garganta.
Los miré.
Estaban tan quietos e inexpresivos...
Tranquilamente salí de ahí.
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