Suena el despertador en esta pequeña habitación. Lo paras de un golpe y no se oye nada. Solo el silencio que hay tras la tormenta. Solo nuestros gruñidos de “no me quiero levantar”,
Nuestro ronroneo retumba en las paredes. Suenan las sabanas y el nórdico como olas rompiendo en el mar al movernos, Tratando de encontrar la posición perfecta para pegarnos, Deseando fundirnos mas que abrazarnos.
Mientras curas mis heridas pienso: “Los cañones enmudecen. La guerra ha acabado. Una nueva mañana empieza al fin”.
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