Gravedad



Estaba flotando en el espacio sin rumbo, a la deriva. El universo caótico y aleatorio se desmoronaba y yo, pensé que iba a enloquecer.

De pronto, sus ojos pusieron luz y su voz me atrapó.

—Ven. Ven aquí —me dijo abriendo sus brazos.

Sus palabras me dieron razón, me pusieron dirección y me dejé arrastrar por la fuerza de su gravedad. Entré en el hogar que es su pecho y descansé mi cabeza en él.

Sus brazos me sujetaron fuertemente dándome equilibrio y los latidos de su corazón me dieron el tempo para no perderme. Entonces sus piernas cogieron impulso y empezó a danzar deteniendo por completo el universo que giraba endiabladamente a nuestro alrededor.

En mitad de aquel estático universo nos contoneábamos como un dragón volando bajo el agua, como una sirena nadando por el cielo. Orbitando uno alrededor del otro, como dos planetas enamorados.

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