A veces me das tanto miedo...
Prosaico como yo solo, me desnudas los ojos con poesía.
Como andar de noche por un callejón y de pronto toparme cara a cara con la verdad mirándome fijamente. Clavando sus ojos como cuchillos en los míos. Y tras ellos no hay nada de lo que preocuparse porque la verdad no oculta nada.
Voy andando por el bosque. La sombra de los arboles hacen que, a pesar del atardecer, la vegetación luzca verde, húmeda, viva.
Mi campanilla pasa por mi lado y empieza a juguetear conmigo. Salta, danza de hoja en hoja, baila con el viento y yo, corro tras ella intentando atrapar con mis manos un grito de su aleteo.
Pisamos la nada, dormimos en el vacío, flotamos en el caos, nuestros cuerpos pesan de placer y nuestro aliento es ligero. Nos enzarzamos, hacemos burla el uno del otro y nos reímos.
Los arboles nos acompañan con un murmullo profundo y majestuoso, fruto de sus carcajadas que nos sirve de colchón para caer rendidos en la hierba.
Despeinados de bailar hasta la madrugada, tintineando, ronroneando; Un claro se abre entre los arboles mostrando una noche iluminada, estrellada.
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