Nunca me han gustado las comunidades, los colectivos, las identidades, las etiquetas. Religiones, rituales, tradiciones, fetiches, banderas, bandos, ideologías, personalidades tipo, género musical, que se yo… No lo veo, no lo entiendo, me aburre y me da pereza. Nunca fui ninguna cosa porque siempre sentí que soy muchas. Nunca vi una sola cosa porque detrás de la fachada habían demasiadas.
Después de lo ocurrido estos últimos meses quizá ha llegado el momento de aceptar que seis años no son un bache. Que no hay nada malo en mí y que la persona que solía ser simplemente ya no volverá. Quizá deba aceptar que tengo una enfermedad, que tendré que convivir con ella toda la vida y, muy a mi pesar, dejarme colgar la etiqueta.